HACER POR HACER
Supongamos que estamos viendo el accionar de una organización dedicada al trabajo social, tratando de superar la pobreza en una población de la zona sur de Santiago. Hay planes que responden a un diagnostico más que técnico, político sobre, supongamos, la poca participación.comunitaria y la baja Asociatividad de sus vecinos. La organización y sus Trabajadores Sociales, idean una propuesta que intenta revertir dicha situación, realizando acciones que permitirán en un tiempo determinado, desarrollando un "proceso" comunitario, mejorar y cambiar esa realidad. Hasta aquí, aparentemente esta loable iniciativa se devela como una buena forma para asistir y generar un proceso de cambio comunitario: sin duda, la baja participación comunitaria y la poca Asociatividad de sus organizaciones influye en la resolución o no de sus propias problemáticas relacionadas con la superación de la pobreza.
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Con el tiempo, vamos viendo que las acciones se transforman en funciones cargadas de justificaciones de sí mismas, para demostrar que justamente, lo que falta es más procesos y planes que motiven la participación comunitaria, aun cuando vemos la desidia por estos
programas que la comunidad ve como una forma de obtener algún beneficio para sí, y de generar un clientelismo con la misma Organización. Es aquí donde el encanto y la loabilidad de esta Organización pierde sentido. . ¿Por qué? ¿Hay un juicio a esta noble iniciativa?
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Muchas veces nos vemos enfrentados con un trabajo social que por motivos, político-institucionales, o bien ideológico-valoricos, caeen el hacer motivado más que el ideal del cambio social, en la ceguera que dichas motivaciones nos llevan a la praxis sin
contrastarlas con la implacable realidad, y en el prejuicio que se tiene que toda acción es preferible a la no-acción. Si se hay tal vez algún prejuicio, es en el valorar una acción por sí sola, como si la mayor parte de las acciones no dependieran, para ser juzgadas buenas
o malas, deseables o condenables, de su contenido. Esa misma organización con su misión y visión del trabajo constituiría en una estampa de una buena acción social por si misma e inapelable. Pero resulta que está desarrollando acciones ensimismada, y que su proceso
comunitario constituyen una acción, y que esa acción admite, en cuanto tal, ser juzgadas desde distintos puntos de vista. Así ocurre con la mayor parte de los actos que se dan en llamar intervenciones sociales, culturales y que, por el sólo hecho de ser considerados como
tales, pareciera que se escabullen de la conveniencia, de la posibilidad misma de ser juzgados.
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Desarrollar un plan de trabajo social, como adscribir a una intervención comunitaria para superar la baja participación , leer o ir al cine o ver la televisión, asistir a una conferencia o ir al teatro, no compone por si misma una buena acción. Ni siquiera una acción aconsejable. Esto último puede sonar un poco escandaloso, pero deja de serlo si se piensa en casos concretos, si se quiere extraordinarios, de esos que suscitan la reprobación unánime de la comunidad: un plan de transporte publico mal ideado e peor implementado, la ley general de educación que cambia muy poco para que todo siga igual, el AUGE que no tiene la infraestructura suficiente y necesaria para terminar con las esperas, o bien, un libro de contenido antisemita, una película que exalta patrióticamente la violencia o la homofobía, la conferencia de un agitador sectario.
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No se debate aquí el derecho de estas políticas sociales a implementarse o a las manifestaciones "culturales" a expresarse. Lo que se viene a decir es que existen puntos de vista legítimos de los que sustentar, que tanto estas manifestaciones como su consumo (en
tanto individuos consumidores de transporte, de salud, del trabajo social de tal o cual organización), resultan a veces detestables. A partir de ahí, se trata de graduar convenientemente los contrastes hasta convenir en aquello que las instituciones políticas, sociales y culturales, obligadas a una cierta neutralidad por imperativo político, pretenden ignorar cuando emprenden campañas de salud publica, o Asociatividad comunitaria: que el acto de Asociatividad comunitaria no es por sí mismo provechosa, como no suele serlo en ningún acto abstraído de su contenido. La cuestión, aquí, por mucho que los imperativos ideológico y políticos muevan a hacer oídos sordos al respecto, no como hacer, sino qué hacer.
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Santiago Candia
Asistente Social
posted by ANDREA SUAZO P / ADM. RED TºSº UCBC - UCSH @ 5:04 p. m.
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